Oficina de Prensa, Arzobispado de Paraná | Jueves 5 de Abril de 2018

 

Tercera Acampada Juvenil Arquidiocesana

En Villaguay, el fin de semana del 14 y 15 de abril, se realizará la tercera edición de la Acampada Juvenil Arquidiocesana.

Esta acampada tiene como finalidad convocar a jóvenes entre 16 y 30 años,  que estén o no colaborando en la comunidades (parroquia, capillas, colegios, etc.).

Será un espacio para vivir momentos de formación, recreación y espiritualidad y para el encuentro además con Monseñor Juan Alberto Puiggari, sacerdotes, consagrados, laicos y jóvenes de  la arquidiócesis.

Según se informó desde la organización la acampada será en el predio del Regimiento de Infantería Mec.N°5 Gral. Félix Olazabal.

Los interesados en participar pueden inscribirse hasta el 8 abril. Por más información escribir a acampada.juvenil.arq@gmail.com

 

Fiesta de la Misericordia

El Viernes Santo comenzó la Novena de Jesús Misericordioso que se extiende hasta el sábado 7. En el  Pro-Santuario que lleva su nombre, todos estos días, se celebra la Misa a las 18.00, previa adoración al Santísimo y Coronilla.

Luego de la Novena patronal, el domingo 8 de abril se realizará la Procesión y la Misa solemne.

La procesión partirá desde la sede de la Parroquia Nuestra Señora de la Piedad a las 15.30 y al llegar al Pro-Santuario se celebrará la Eucaristía.

Esta celebración ofrece indulgencias, que se pueden obtener confesándose antes o después de ese día (no sólo ese día).

Catequesis del papa

Texto completo de la catequesis de Francisco pronunciada en la Audiencia General  ante fieles de todo el mundo.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y buena Pascua!

Veis que hoy hay flores: las flores dicen gozo, alegría. En algunos lugares Pascua se llama también “Pascua florida” porque florece el Cristo resucitado: es la flor nueva; florece nuestra justificación; florece la santidad de la Iglesia. Por eso, tantas flores: es nuestra alegría. Toda la semana celebramos Pascua, toda la semana. Por eso repetimos, una vez más, todos nosotros, el deseo  de “Buena Pascua”. Digamos juntos: “Buena Pascua”, ¡todos! (Responden: ¡Buena Pascua!). Me gustaría que deseásemos también una Buena Pascua –porque ha sido Obispo de Roma- al querido Papa Benedicto, que nos ve por televisión. Al Papa Benedicto, deseamos todos Buena Pascua. (Todos dicen: Buena Pascua). Y un fuerte aplauso.

Con esta catequesis concluimos el ciclo dedicado a la misa, que es precisamente la conmemoración, pero no solamente como memoria, se vive de nuevo la Pasión y la Resurrección de Jesús. La última vez llegamos a la Comunión y a la oración después de la Comunión. Después de esta oración la misa termina con la bendición impartida por el sacerdote y la despedida del pueblo (véase Instrucción general del Misal Romano, 90). Como había empezado con la señal de la cruz, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, de nuevo es en el nombre de la Trinidad como se sella la misa, es decir, la acción litúrgica.

Sin embargo, sabemos que cuando la misa termina, se abre el compromiso del testimonio cristiano. Los cristianos no van a misa para cumplir con una tarea semanal y luego se olvidan; no. Los cristianos van a misa para participar en la Pasión y Resurrección del Señor y vivir más como cristianos: se abre el compromiso del testimonio cristiano. Dejamos la iglesia para “ir en paz” a llevar la bendición de Dios a las actividades diarias, a nuestros hogares, al  ambiente de trabajo, a las ocupaciones de la ciudad terrenal, “glorificando al Señor con nuestra vida”. Pero si salimos de la iglesia chismorreando y diciendo: “Mira ese, mira ese otro”, con la lengua larga, la misa no ha entrado en mi corazón. ¿Por qué? Porque no soy capaz de vivir el testimonio cristiano. Cada vez que salgo de misa, tengo que salir mejor que cuando entré, con más vida, con más fuerza, con más ganas de dar testimonio cristiano. A través de la Eucaristía, el Señor Jesús entra en nuestro corazón y en nuestra carne, para que podamos “expresar en la vida el sacramento recibido en la fe” (Misal Romano, colecta del lunes de la Octava de Pascua).

De la celebración a la vida, pues, conscientes de que la Misa halla su cumplimiento en las elecciones concretas de los que se dejan involucrar en primera persona en los misterios de Cristo. No debemos olvidar que celebramos la Eucaristía para aprender a ser hombres y mujeres eucarísticos. ¿Qué significa esto? Significa dejar que Cristo actúe en nuestras obras: que sus pensamientos sean nuestros pensamientos, sus sentimientos  nuestros sentimientos,  sus decisiones las nuestras. Eso es la santidad: Hacer como hizo Cristo es la santidad cristiana. San Pablo lo expresa con precisión hablando de su asimilación a Jesús y dice así: “Con Cristo estoy crucificado, y no vivo yo, sino que es  Cristo quien vive en mí. La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gal 2: 19-20). Este es el testimonio cristiano. La experiencia de Pablo también nos ilumina a nosotros: En  la medida en que mortificamos nuestro egoísmo, es decir en que dejamos que muera cuanto se opone al Evangelio y al amor de Jesús, se crea dentro de nosotros un mayor espacio para la potencia de su Espíritu. Los cristianos son hombres y mujeres que se dejan ensanchar el alma con la fuerza del Espíritu Santo, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¡Dejad que se os ensanche el alma” ¡No esas almas, así de estrechas y cerradas, pequeñas, egoístas ¡no! Almas anchas, almas grandes, con grandes horizontes… Dejaos ensanchar el alma con la fuerza del Espíritu, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

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